domingo, 11 de julio de 2010

Ganó el Complot


Desde 1998 Adidas no levantaba la Copa FIFA, o sea, su copa. La anterior, la Jules Rimet, obedecía a otra lógica. Cabe imaginarse a los hermanos Dassler viendo el partido final de México 70 en directo, vía satélite. Adi siguiendo a su pelota y al árbitro; Rudi, a Pelé. Un ajuste de cuentas que simbolizaba las contradicciones internas del milagro alemán, los saldos del nazismo y del tercer mundo, encarnados en un Brasil gobernado en la época por una dictadura militar nacionalista. Cabe imaginarse el júbilo de Rudi y el llanto de Adi con cada gol brasileño, y a su hijo Horst consolándolo: “no importa, papi, conquistaremos la FIFA desde adentro, dominaremos los mundiales de aquí a la eternidad.”

El modelo Havelange-Horst Dassler funcionó bastante bien al principio. Alemania 74, Argentina 78, incluso España 82… Pero entonces comenzaron los problemas. No sólo Nike comenzaba a ganar participación de mercado con un modelo de zapato deportivo más barato, sino que apareció un actor nuevo: Le Coq Sportif. Todavía no sé de ningún periodista investigativo que explique por qué Grondona, el dictador de la AFA, se pasó de Adidas a esta oscura marca francesa con la que Diego Maradona ganó un mundial con la mano de Dios y un talento del Demonio. Quizá algo tenga que ver la caída ignominiosa de la dictadura que movió cielo, mar y tierra para ganar el Mundial del 78.

Al año siguiente Horst Dassler murió de cáncer. Italia, España y Camerún se pasaron a Coq. Holanda a Puma. La familia cedió el control de Adidas a una oscura plataforma socialista francesa encabezada por Bernard Tapie.

No hay nada mejor para un complot que demostrar que no existe. De los últimos mundiales, solo Alemania 90 y Francia 98 han sido ganados por equipos Adidas. Con esta España, que no necesitó trampear de manera grotesca como Argentina el 78, se cierra un círculo. Adidas es deporte, vitalidad y éxito, el fútbol es el continuo emocional que va de la euforia a la depresión, de ver el color patrio alzado a la categoría de esencia superior o motivo de escarnio.

¿Y la FIFA? ¿Qué representa este Mundial para su programa atemporal de conquista de la especie humana? ¿Están sus cuatro letras ya incorporados al ADN de cada niño que nace? La FIFA y el fútbol representan la superación de todas las contradicciones, la dialéctica total. Cada torneo representa una muesca más en su lista de conquistas geopolíticas. Dale alegría y cohesión a naciones enteras y nadie te preguntará quién eres, a quién sirves, cuáles son tus propósitos y menos tus procedimientos, que no tienen otro juez que el Altísimo y su Infinita Sabiduría.

Un último comentario antes de silenciar este blog por los próximos cuatro años:
Antes del partido se anunció que José Luis Rodríguez Zapatero asistiría a la tribuna de honor. Pero no se le vio a él ni al primer ministro holandés, el anodino y atribulado demócratacristiano Jan Peter Balkenende. Y es porque la FIFA no juega corto; solo jefes de Estado (la realeza,incluyendo al dictador Jorge Rafael Videla) llegan a su tribuna de honor. Zapatero estará feliz como hincha y aliviado como gobernante, pero la suya es una labor demasiado plebeya para el olimpo deportivo.

domingo, 4 de julio de 2010

El Futbolista-Símbolo


Ronaldo combate la caspa, Thierry Henry y Kaká controlan con éxito la pilosidad masculina, y este último, cada vez que puede, hace propaganda viral para la iglesia evangélica.

El futbolista como constructor de marcas nació sutilmente en los años setenta. Cualquier imagen de los mundiales previos permite constatar que camisetas y zapatos no tenían más identidad que la de la federación respectiva. Ya mencionamos la propaganda viral Pelé-Puma, que inauguró la era de la televisión vía satélite y renovó las hostilidades entre los hermanos Dassler y sus herederos.

Desde entonces, el hombre que corre y patea pelotas encarna además (y por si fuera poco) los valores superiores de la humanidad. Coraje, vigor, astucia: los mismos que llevaron al homo sapiens a dominar la estepa y erguirse en especie dominante. Solo que ahora revestidos del aura simbólica de las nuevas territorialidades post-Segunda Guerra y post-Guerra Fría. Los colores de un país o de una tribu. Cataluña, Liverpool, o la larga y estrecha faja vapuleada por los terremotos.

Es interesante que las selecciones nacionales que más movilizan recursos económicos y simbólicos (léase emocionales) sean naciones federales como Alemania, Brasil, Argentina, o con fuertes autonomías culturales como Italia (no en vano Mussolini invirtió en ello) y ahora España... ellos ganan y tocan el cielo; pierden y es como si se les muriera la madre (¡la mamma!).

Pero volviendo al futbolista-símbolo. Se ha podido constatar también la saturación del modelo: juegan mejor en el comercial que en la vida real. El pobre Messi se pasa a un equipo entero de monigotes digitales, con gambetas imposibles en el fútbol real. La estética de ciencia ficción complica más las cosas. Ronaldo es más efectivo contra la caspa que contra el equipo rival (salvo si son norcoreanos), y las mejillas prístinas de Henry son la contracara de las turbios relaciones entre los franceses, el técnico y la federación.


Durante el mudial 2002 Adidas se la jugó por unos comerciales donde los grandes futbolistas eran amigos, y pinchangueaban relajados en una playa.

Ya se puede halar de una relación inversamente proporcional entre la fama y efectividad cuando se juega por el club extranjero, versus la impotencia a la hora de defender los colores patrios. Los marketeros ya están explorando otras maneras de sacarle una tajada a la torta mundialera: niños que sueñan con ser grandes futbolistas, o ciudadanos comunes controlando pelotas en el zócalo del DF. Porque para fichar diamantes en bruto como Ozil, el joven turco de Alemania, no les da. Tienen todo el tiempo del mundo para arruinar su talento.